Mis primeros días en Australia fueron de mucho aprendizaje y mucha adaptación. Nunca antes había viajado fuera de Colombia y llegar a un país donde todo es tan diferente fue un gran choque cultural. Este país que en mis ojos era y sigue siendo casi perfecto me daba la bienvenida con un clima de otoño espectacular. Poco a poco me fui enamorando de todo lo que veía a mi alrededor: El eficiente sistema de salud y de transporte, sus vías impecables, sus playas paradisiacas, cientos de parques y jardines por todas partes, la tranquilidad y seguridad que se respira al salir a la calle, gente amigable de diferentes razas y religiones, solo por mencionar algunas cosas.
Con un nivel de inglés básico, sin
celular, sin internet, sin un computador, sin amigos, sin familia y con poco
dinero en mis bolsillos estaba decidida a dar lo mejor de mí en esta nueva
oportunidad que la vida me estaba dando. ¡Estaba lista para comerme el mundo!
¡El momento de despegar mis alas había llegado!
Con la ilusión de empezar una nueva
vida en la que ningún día era igual, me levantaba todas las mañanas a tomar el
tren para ir a mi colegio de inglés. Conocer a otros colombianos que lo dejaron
todo y se la están jugando toda por un futuro mejor en algún lugar lejano fuera
de casa es algo increíble. Es sentir una conexión de hermandad y de apoyo
inmediato. Es así, como gracias a un compatriota y a solo 3 semanas de haber
llegado a Brisbane conseguí mi primer trabajo que sería como aseadora de un
edificio de oficinas del gobierno australiano.
Me sentía muy afortunada. Con este
trabajo de medio tiempo ahora podía pagar mis gastos básicos de manutención. El
trabajo consistía en limpiar las cocinetas del edificio de 6 a 9 de la noche de
lunes a viernes. Al mismo tiempo alguien me ofreció limpiar otras oficinas
corporativas de 5 a 8 de la mañana y luego debía salir corriendo para mis
clases de inglés de 9 a 3 de la tarde. Mis días eran largos y extenuantes, pero
estaba agradecida con la vida por haberme dado la oportunidad de encontrar
trabajo de una manera rápida.
Al principio era algo divertido. Éramos
un grupo de jóvenes latinos unidos por la misma causa: Sobrevivir
económicamente en uno de los países más costosos del mundo. La camaradería y la
buena energía eran los ingredientes principales en nuestras jornadas laborales.
Sin embargo, luego de unas semanas, el tedio, la frustración y la incertidumbre
invadían mi mente. ¿Cuánto tiempo tendré que pasar por esto para encontrar un
trabajo calificado? Me preguntaba constantemente. ¿Cuándo será mi nivel de inglés
lo suficientemente bueno para buscar mejores oportunidades laborales? Era
irónico que por 24 años de mi vida siempre tuve a alguien en casa que limpiara
y aseara mi hogar (y hasta mi ropa) para ganarse la vida y aquí estaba yo
haciendo casi lo mismo en un país lejano con la esperanza de un futuro mejor.
No era de sorprenderse entonces que la
persona encargada de supervisar mi trabajo de limpieza criticara constantemente
mis resultados y rápidamente decidiera llamarme “La Princesa” como una manera
déspota y malintencionada de ridiculizarme frente a mis compañeros. ¿Dónde está
la princesa? Preguntaba por mí en todo momento con una sonrisa fingida. La
situación se puso difícil. El estrés, las largas jornadas laborales, la mala
alimentación y la falta de sueño hicieron que en mi llegara la persistente idea
de dejarlo todo y volver a la comodidad de mi hogar y a los brazos de mamá.
Recuerdo como mi profesora de inglés
veía con preocupación y quizá con algo de admiración a un sin número de
estudiantes Latinos, entre esas yo, cansados, exhaustos y corriendo del trabajo al colegio para poder llegar a tiempo al llamado de asistencia de las 9 de la mañana para
así evitar ser reportados a inmigración por inasistencia a clases.
La clave está en atreverse a ser diferente, en arriesgarse a hacer algo que nos de miedo y a levantarnos más
fuerte después de cada caída convencidos que estamos más cerca de alcanzar
nuestro anhelado propósito.
Continuará...
Muy orgullosa de ti Vane y de todo lo que has logrado en la vida gracias a tu resiliencia, disciplina y sobre todo gracias a nunca dejar de creer en ti misma.
ResponderBorrarComo inmigrante también en Australia, conozco de primera mano, los desafios que esta aventura nos pone en su momento en el camino, no ha sido fácil, pero al final nos damos cuenta que ha valido completamente la pena.