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El ALTO PRECIO DE LA APARIENCIA

 


Por: Vanessa Garcia

Ana: Una mujer atractiva, educada, extrovertida e infelizmente casada desde hace más de una década.

Sueña en silencio con tener una vida libre y plena pero el miedo a estar sola y su alta dependencia económica y emocional a su pareja la han mantenido en una zona en la que su alma muere lentamente con el paso de los días.

Aparenta tener una vida casi perfecta y se esfuerza por mostrarle a la sociedad una felicidad que tan solo existe en sus sueños más íntimos. Cenas románticas, celebración de aniversarios, declaraciones públicas de amor son tan solo algunos de los eventos fríamente calculados para ser compartidos en sus redes sociales…. como tratando de convencer al mundo lo que es imposible convencer. ¡Dime de qué presumes y te diré que careces!

Desde pequeña, Ana aprendió que es mejor estar en una relación toxica, que estar sola y en paz. La presión social y la vergüenza del qué dirán son más fuertes que su deseo de liberarse.

Un día cualquiera, y sin planearlo, Ana ve en el gimnasio un hombre atractivo, interesante que no dejaba de mirarla. Ella, que aparentaba no haberlo visto aun, no lograba concentrarse en nada de lo que hacía. Sus manos sudaban, sus piernas temblaban y su corazón latía más fuerte que nunca. Ana volvió a casa y solo deseaba ver la luz del sol para ver nuevamente a este hombre misterioso que ahora ya no podía sacarse de la cabeza.

Los días pasaron y Ana se dejó llevar por la pasión que hace muchos años no sentía. Las rutinas de entrenamiento se convirtieron en clandestinos encuentros sexuales en moteles de bajo presupuesto donde, gracias a su nuevo amante, ella podía sentirse deseada, y más VIVA que nunca. Con esta nueva relación, prohibida y adictiva, Ana volvió a tener un brillo especial en sus ojos y ahora sus pensamientos eran controlados por la adrenalina de volver a disfrutar a su amante.

En las noches, cuando Ana volvía a su hogar y se apagaban las luces de la casa, ella se inventaba todo tipo de excusas para evitar las caricias y los besos de su esposo. Dominada por un sentimiento de culpabilidad, y con algo de desagrado e incomodidad, Ana finalmente accedía a tener relaciones íntimas con su pareja solo por cumplir con un deber y por pura obligación.

Su esposo, un gran machista e infiel por convicción, se vanagloriaba de sus constantes conquistas con mujeres muy jóvenes, incluso algunas tan jóvenes que podrían ser sus hijas. Ana, que lo sabía todo, pero pretendía no saber nada, aparentaba ante sus amigos, familiares y conocidos estar felizmente casada con un hombre ejemplar.

Una mañana de diciembre, mientras Ana compartía con su familia, vió en las noticias la historia trágica de un hombre que había muerto por una bala perdida en el centro de la ciudad. Ana, con horror e incredulidad descubrió lo impensable e indeseable: La persona injustamente asesinada era su amante. ¡Que frágil es la vida!

Ana, disimulando, y con una actuación digna de un Oscar, se dirige al baño, colapsa en el piso y llora escondida en silencio por unos largos minutos.  

Como si nada hubiera pasado, Ana continua su vida pretendiendo ser una mujer feliz con un hogar ejemplar. ¡Nadie nunca supo nada!

Un día cualquiera, y sin planearlo, Ana ve en el centro comercial un hombre atractivo, interesante que no dejaba de mirarla….


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